En sus inicios, cuando nos conectábamos a Internet con lentos módems chirriantes, el GIF se popularizó gracias a su compresión que, pese a sus defectos, permitía descargas rápidas imposibles con formatos similares. Hacerlos era sencillo y rápido con programas como Photoshop, y permitía animaciones, así que se empleó como uno de los primeros sistemas de poner on line imágenes en movimiento. Además, el formato encontró su nicho de mercado perfecto: los banners publicitarios animados.
El GIF parecía condenado a una lenta extinción, pero en los últimos tiempos vive una segunda juventud debida a la popularidad de los videoclips de muy corta duración en servicios como Tumblr o Vine (la app de vídeo para Twitter), a los que se adapta perfectamente, gracias a sus características: es mucho más fácil de crear que los vídeos, se ejecuta automáticamente y resulta compatible con todos los navegadores y sistemas operativos
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